Como madres estamos constantemente cuidando de los demás, del hogar, de las responsabilidades, y nos resulta difícil encontrar o crear el tiempo para cuidarnos y nutrirnos con aquello que nos hace bien.
Sabemos que la conexión con nuestros hijos o nuestra pareja, depende de la conexión con nosotras mismas y es por eso que permitirnos el tiempo de pequeñas rutinas y cuidados nos ayuda a estar más presentes, más abiertas, más relajadas para dar y recibir de quienes nos rodean en nuestro cotidiano.
Tomar consciencia de la necesidad de cuidarnos a nosotras mismas es el primer paso en el camino a sentirnos plenas y completas. Cada día es un nuevo universo con oportunidades para seguir buscando nuestro equilibrio, reconociendo nuestras necesidades de silencio interior y exterior, creando rituales mínimos para estar con nosotras mismas, en contacto con nuestro cuerpo y en contemplación de nuestra abundancia.
Tu respiración es tu más amorosa y paciente herramienta para conectar tu mente con tu espíritu y tu cuerpo.
Tu inhalación te ayuda a expandir, nutrir y energizar todos tus órganos, todo tu cuerpo. Tu exhalación te ayuda a contraer, relajar y preservar la energía dentro de ti. Inhalación y exhalación son importantes por igual. Tu respiración es una fuerza poderosa que te habita desde el primer momento en que te encontraste fuera del cuerpo de tu madre y puedes ir a ella con consciencia y confianza en que te permitirá acceder a estados de relajación, de presencia, de paz, de bienestar siempre que necesites.
Encuentra una posición cómoda en la que ni los brazos ni las piernas estén cruzados. Cierra lentamente lo párpados si no lo has hecho aún. Inhala profundamente por la nariz, llevando el aire hasta tu vientre. Siente cómo se expanden tus pulmones hacia los lados y hacia abajo, presionando levemente todos los órganos de tu abdomen. Retén por un instante el aire y exhala. Exhala suavemente por la boca sintiendo tu ombligo contraerse hacia adentro y hacia arriba. Sintiendo el aire que pasa constante y amable entre los labios hasta sentir que te has vaciado por completo y retén por un instante para volver a llenarte y expandirte, presionando levemente el interior de tu abdomen, masajeando cada órgano. Pausa ligeramente y deja salir el aire de tu cuerpo, a través de tu boca, sintiendo cómo circula la energía desde tu suelo pélvico hasta tus labios con tu exhalación serena, consciente, entregada.
Encuentra tu ritmo y sigue inhalando y exhalando, pausando brevemente tras cada inhalación, tras cada exhalación. Observa la expansión que te regala la inhalación. Observa cómo se activa tu suelo pélvico, tu ombligo, tu abdomen con cada exhalación.
Inhala y recibe, acepta, nútrete con la energía abundante que te rodea.
Exhala y entrega, ofrece, regala la abundancia de tu completitud, de todo tu espectro, con total aceptación de todo aquello de lo que estás hecha.
Tu inhalación puede ayudarte a aumentar tu energía en esos días en los que te sientas agotada.
Tu exhalación puede ayudarte a desvanecer el estrés y la ansiedad.
Tu inhalación puede ayudarte a atizar tu fuego interno cuando te sientas apagada.
Tu exhalación puede ayudarte a calmar y regular tu mente cuando la sientas demasiado activa.
Dar y recibir, tomar y soltar, inhalar y exhalar. Nutrirte para poder nutrir a tu niña, a tu niño, a tu hogar, a tus relaciones, tu trabajo, tus pasiones. Cuidarte para poder cuidar a los demás. Crear rituales, momentos para encontrarte contigo misma, usando la respiración como tu más valiosa herramienta, tu aliada, tu propia y poderosa fuerza. Te pertenece y con consciencia y amorosamente puedes crear los minutos en los que ella te ayudará a volver a ti misma, a tu centro, a tu equilibrio.
Namasté
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